Este último paseo comienza en la calle del Sol y lo primero que nos topamos es con una de las antiguas supersticiones del pueblo de Leganés, además de conocer brevemente a Olavide casado con una rica heredera pepinera. Igualmente nos enteramos que a Leganés también llegó la primera guerra carlista y que a principios del siglo XIX había tres plazas: la de la Constitución, del Baile y de Paris. Leganés acoge con entusiasmo el ferrocarril, el agua corriente, la luz y la llegada del tranvía. Los toros se corren por las calles del municipio. El alcalde José Domingo Martínez Olozabal fue el que autorizó, en 1833, los primeros encierros oficiales celebrados en Leganés. Hasta esa fecha, y coincidiendo con las fiestas locales, los aldeanos habían sido los responsables de su organización. Un grupo de pastores, a caballo, guiaba las reses desde el hoy conocido parque de Polvoranca, pasando por la calle del Hospital (hoy Juan Muñoz), hasta la plaza del Progreso (hoy Fuentehonda). Allí, carros y carretas dispuestas en círculo hacían las veces de una provisional plaza de toros en la que todo el pueblo se daba cita para disfrutar de la fiesta taurina. Esta quedó interrumpida en 1936, aunque años más tarde se recuperaría, pero nunca volvieron a celebrarse a la antigua usanza.