Vivo en una de las nuevas zonas de Leganés, en la Solagua. Aun somos pocos los vecinos que residimos aquí de forma permanente, será por ello que algunas cosas del barrio están en pañales. Hasta hace bien poco no teníamos ni nombre en las calles, aunque bueno, eso no ponía en riesgo nuestra integridad ni suponía una gran molestia. El “problema” son las amplias avenidas con que cuenta esta zona, calles como Anita Martínez, de doble carril, donde el límite de 40 km/h apenas se respeta. Es lo que tiene planificar los nuevos barrios pensando más en los coches que en los peatones.
A los que no viven aquí les parece fenomenal lo rápido que se atraviesa la zona, de hecho hay quien conoce esto como la circunvalación o la L30 (haciendo una analogía con la M30 madrileña), a los que tenemos que salvar sus pasos de peatones no nos hace tanta gracia, a veces puede convertirse en deporte de riesgo porque a la velocidad de coches y motos se suma el hecho de que no esperan que nadie cruce. Y por si esto no fuera bastante está el ruido que supone oír pasar a más de uno y más de dos a toda velocidad calle arriba y calle abajo.
Me puse en contacto con el alcalde a través de su blog para preguntarle si estaba proyectado hacer algo, poner pasos de cebra elevados/peraltados al igual que se hizo en la calle Brasil, semáforos, etc., a lo que se me contestó que el asunto había sido estudiado por la Comisión Técnica de Tráfico y Transportes y que no se podían instalar estos pasos porque la calle Anita Martínez forma parte de las vías rápidas de circulación para vehículos de urgencia y emergencia (que la vía es rápida lo tenía claro). Su solución; dar traslado a Seguridad Ciudadana para que controle la velocidad en esos tramos, o lo que viene a ser lo mismo, apostar un radar móvil cada cierto tiempo. Y me consta que lo ponen, pero vamos, las cosas siguen igual.
Pasados unos meses de mi queja, y con el verano encima, cruzar la calle sigue teniendo su peligro (rara es la semana que no aguanto un frenazo, incluso hay conductores que me han llegado a increpar por hacerles frenar en el paso de peatones), y lo del ruido ya es insoportable, tratar de hacer vida normal con las ventanas abiertas es una utopía, conciliar el sueño un imposible.
Quizás cuando seamos muchos vecinos se nos empiece a tomar un poco más en serio y la zona deje de parecer una pista de carreras. También existe otra triste posibilidad, y es que lleguemos a ser motivo de atención cuando se produzca el primer atropello y/o accidente, en cualquier caso, lo que parece claro es que los límites de velocidad en Leganés se cumplen más bien poco y la respuesta del ejecutivo municipal es más bien reducida.
Miguel Fortuoso González.