Ejemplo de uno de los rincones más típicos que se conservan en el corazón de Leganés. Este espacio se llamó antaño plaza de la Verdura –por los vecinos, porque oficialmente no era así, se llamaba plaza de los Mártires de Leganés–, en clara alusión a la tradición hortelana de la localidad y porque en ella, una vez a la semana, se ponían los hortelanos de la villa a vender los productos de
sus huertas.
En el centro se situaba la Fuentehonda, manantial que recibió este nombre por su antigua situación, ligeramente por debajo del nivel del suelo... A ella acudían las mujeres del pueblo a llenar los cántaros de agua o los botijos en el verano, porque el agua que salía de sus dos caños era muy fresca; se decía que las galerías que existían en un lateral de la fuente llegaban al cuartel del Saboya y hasta el colegio de las monjas.
Era también el lugar donde en el mes de agosto se montaba la plaza de toros, al principio con carros y posteriormente con talanqueras y en las fiestas de San Nicasio era el lugar de aposento de las atracciones de feria; además estaba el cine de verano de los Irigoyen, la casa del alcalde, con sus puertas pintadas de gris; era la plaza donde cambiábamos cromos, jugamos los niños que asistíamos al colegio de Don Manuel, que vivía en esta misma plaza en un chalecito donde actualmente se encuentra una entidad bancaria. Estaba el bar de Carriches, con su especialidad de conejo al ajillo, dos tiendas de ultramarinos, una del Kiki y varias casas de labranza de ricas familias del pueblo.